martes, 24 de julio de 2012

De Ama a Switch ...


En una conversación entre amigos de forma sutil, salió el tema del BDSM, pero esta vez uno de mis amigos, dejo entrever una cierta admiración por el tema, hasta donde yo sabía solo otro de mis amigos, Rubén, compartía mi gusto sobre el tema. Intrigada  con cierto morbo, al día siguiente  y tras comentárselo a Rubén, buscamos un rato a solas con David para hablar del tema, no queríamos descubrirnos y mucho menos malinterpretar lo que el día anterior había dicho, desconocíamos su conocimiento sobre el tema  mucho más su rol, pero a ambos nos picaba la curiosidad sobre los gustos de David.
Hasta aquel momento mi atracción solo se había demostrado hacia sumisas, hacia el sexo débil, y  tan solo en una ocasión anterior me había planteado aceptar un sumiso,  mi carácter dominante aunque visible en casi todas las facetas de mi vida, lo era aún más con las chicas que aceptaban ponerse bajo mi mando, llevaba varios años practicando de forma esporádica  y había tenido dos sumisas de forma permanente, durante largos periodos.
Conseguimos atraer a David sin levantar sospechas hasta un parque, donde solíamos ir con frecuencia.   Rubén  de forma picara comenzó la conversación hablando de que tenía que ser divertido someter a una chica, verla atada a la cama… su cara se desencajo  Rubén se sintió cortado ambos miraron hacia a mi como esperando algún tipo de comentario (lo más seguro es que ambos esperarían un comentario diferente de mi boca). Mi reacción fue reír…  comente:
-          No me miréis a mí nunca me han atado… pero podría ser interesante ( no quería descubrirme  ni, tampoco dejar en la estacada a Rubén)
Tras mis palabras la cara de David se vio aliviada.  Y para mi sorpresa el comentario fue directo.
-          Es cierto puede ser divertido que una, en mi caso mujer, te ate  abuse de ti...
-          Pero no se… ¿qué opináis?
Por un momento mis dientes se afilaron,  sentí ganas de dominarlo, mire a Rubén y sonreí,  y no pude controlarme, de modo que pensé en voz alta.
-          Mira haber yo si quieres, te ato y te domino…
Rubén me miro muy sorprendido, y pregunto ¿estas segura? ¿Tú con chicos?
David no sabía a qué venían esas preguntas, que, aunque en voz baja, habían sido totalmente percibiles para David, que nos miraba atónito.
-          haber me he perdido, ¿a ti no te gustan los chicos?
-          Sí, claro que si
-          Entonces porque pregunta si ¿tú con chicos?
Sonreí y pensé la respuesta,  analice las posibles respuestas y opte por la más directa.
-          Me gustan los chicos, pero también las chicas sobre todo si es como tú dices, para atarlas…
-          Tú, tú, ¿tú has atado a alguna chica?
-          Si
-          Y ¿Rubén lo sabía?
-          Si, ambos compartimos gustos…
-          Entonces vosotros…
-          No, no, ambos somos dominantes, algo hemos hecho juntos pero no entre nosotros.
-          ¿Y qué hay que hacer para entrar ahí,?, pregunto David
La pregunta nos sonó extraña, nos miramos y contesté.
-          Nada esto no es una secta.
Mi pregunta fue obligada.
-          ¿Tú te sientes sumiso?
-          Si, si, sueño a menudo con que me domine una chica con látigo  tacones altos
A mi mente vinieron recuerdos de  escenas de tantos momentos juntos,  en ninguna pude percibir esa sumisión, al contrario David era una persona con mucho carácter, dominante y  bastante machista. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, quizás me había ofrecido antes de tiempo.
-          David esto es un juego, pero no un juego de niños,   ¿qué papel jugabas tú en esos sueños?
-          No sé, estoy atado ella me folla locamente, me pega , me muerde …
-          ¿ tu cómo te comportas con ella?, por fin pregunto Rubén que observaba sin hablar
-          Yo, la follo, le beso los pies  me excito cuando me da con su látigo…
-          Puff es que lo nuestro  es algo distinto…
-          Bien, no pasa nada yo aprendo… podéis hacelo vosotros antes  yo os miro.
-          Te hemos dicho que ambos somos dominantes ni yo me sometería a él ni él se sometería a mí, ¿lo entiendes?
-          Y no podéis hacer una excepción…
Mi paciencia se estaba agotando, y ambos contestamos a la vez
-          No.
Intente terminar la conversación aludiendo a que habíamos quedado con los demás… y recordándole que guardara silencio ya que conocemos que en más de una ocasión habló más de la cuenta.
Al volver a casa busque a Rubén para que me acompañara, quería hablar con él, de lo ocurrido. Hablamos de que,  tal vez no había sido buena idea preguntarle,  de que ambos sentíamos cierto miedo porque metiera la pata, y nos acabará poniendo en un compromiso con los demás “inocentes vainillas”
Desde aquel día cada vez que me pillaba a solas intentaba con comentarios soeces  fuera de lugar, convencerme para preparar “una fiestecilla” como él decía. Yo siempre  le esquivaba con respuestas del tipo, ando liada, más adelante, cuando te aclares, cuando sepas algo más…
Pero….
Tras mucho insistir, ya no me quedaban escusas que darle, lo había esquivado mil veces, y notaba que poco a poco su interés por el tema había crecido, y en las últimas veces, se acercaba a mí de forma sumisa, y solía susurrarme Ama, aceptame…
Hablé con Rubén sobre el tema, y me comento que le había pedido que me convenciera, pero que esa decisión era mía, sé que él, pensaba que no era mi tipo, pero…  que tal vez con una sesión  se despejarían las dudas… o me dejaría en paz…
Volví a hablar con David,  intentando sonsacar qué era lo que de verdad deseaba… , y lo nuevo que había conocido sobre el tema,  sus conocimientos habían avanzado mucho,  según me comentó había estado leyendo en internet  y estaba seguro de lo que quería , además me aseguro que yo le daba tranquilidad, y que quería  iniciarse conmigo y con nadie más. Hablamos de gustos y de “limites iniciales”
Tras mucho suplicar como un perro, accedí a  tener una sesión de iniciación con él.
Quedamos una tarde de viernes en su casa, llegue pronto, quería pillarlo de improvisto, nada más llegar, volví a preguntarle si estaba seguro de lo que iba a hacer, convencido de hacerlo…
Acordamos una palabra de seguridad y rápidamente sin demora, ordené: “de rodillas”, él obedeció sin dudarlo. Teniéndolo en esa posición aproveche para quitarme el bolso, donde guardaba muchos juguetitos, ponerlo en la mesa, quitarme la chaqueta  y volverme hacia él. Me seguía con la vista, con una tranquilidad que me asombraba. Al legar ante David, ordene se desnudara sin perder la posición,  me busco e intentó preguntar o alegar algo, pero en ese momento le puse la mano en la boca con intención de evitar que hablara,
Mientras se desnudaba torpemente metí mis dedos en su boca, buscando inspeccionarla  y conseguir una arcada,  tras la arcada cerro los dientes sobre mis dedos, una bofetada resonó en su cara. Me miro sorprendido mi cara era impasible.
-          No vuelvas a hacerlo o te arrepentirás.
-          Pero es que no me gusta.
-          Debes tratarme con respeto, y llamarme Ama y de usted, sé que eres nuevo y debes aprender, pero el respeto es algo que debes asimilar pronto. Además que no te guste no es una razón para revelarte, si no soportas eso, di la palabra de seguridad y me iré sin más. Preguntare una vez más antes de continuar estas dispuesto a ponerte en mi manos.
-          Si
-          Si ¿Qué?
-          Si, Ama
-          Muy bien perro, empecemos, termina de desnudarte ante mí.
Nunca le había visto desnudo completamente, y me excitaba verlo por primera vez en esa situación, pensando tantos ratos de amistad juntos.
Su cuerpo era esbelto, tenía los abdominales marcados, pero para mi gusto estaba muy delgado era alto, de pié me sacaba más de un palmo… sus ojos verdes se clavaron en mí justo antes de deshacerse de sus calzoncillos.  A un gesto mío de aprobación se los quito mostrándome su pene erecto.
-          Eres un perro, te estoy humillando y aun así, estas excitado.
-          Quítate la ropa Ama y folla a tu perro.
-          Hablas demasiado.
Cogí el calzoncillo que se había quitado momentos antes y lo introduje en su boca, rápidamente intento expulsarlo de su boca, volví a colocarlo, pero viendo su intención de sacárselo con la mano me acerque a la mesa con intención de buscar una cuerda y atarlo.
-          No te muevas, le dije
Pero mi orden fue desobedecida, se levantó ya sin el calzoncillo en su boca se acercó a mí me embistió y agarro mis muñecas. Mi indignación se hizo evidente, y mi enfado se podía notar visiblemente.
-          ¿Qué haces? Suéltame
Pero mi orden no obtuvo respuesta. Me giró  y me apoyo sobre la mesa sin soltar mis muñecas, lo mire y seguidamente pataleé e intente zafarme de sus manos.
-          David, ya valió, no me hagas esto, no me gusta , suéltame
Se giró, cogió la cuerda que aun sujetaba en  mis manos, y pese a mis suplicas la rodeó de las muñecas apretando con firmeza. Una vez me tuvo sujeta y esquivando mis continuas  patadas me soltó, se separó y me dijo:
-          No me interesan tus gustos, debes tratarme con respeto , y rió
-          No eres mi Amo, no soy una sumisa, y no quiero estar aquí, esto no es BDSM, no es consentido.
-          No haré más de lo que tú pensabas hacerme. Pórtate bien, y yo seré bueno.
-          No, no, no. – dije casi suplicando
-          De rodillas perra. De rodillas
Sin saber porque, obedecí, se acercó a mí, levanto mi top y tiro bruscamente de mi sujetador. Soltó mi falda y me arrancó el tanga, haciéndome bastante daño. Metió sus dedos en mí, y me masturbo. De un empujón me tiro al suelo y me violó. No tenía fuerzas para reprenderle, mi indignación y mi  rabia me había dejado casi paralizada, cuando se cansó de follarme, me agarro del pelo y me levanto sin dejarme ponerme en pié, de rodillas acerco su polla a mi boca y me la folló, sin remilgamientos, casi consiguiendo hacerme vomitar, se vino en mi boca, lo expulse de mí, y callo por mi barbilla y termino en el suelo.  Cuando pensé que todo iba a acabar se acercó a la mesa, y cogió una vara que estaba en mi bolso.
-          No por favor no la uses, por favor…
-          ¿Tú ibas a usarla  conmigo?
-          No
-          Entonces para qué la traías…, yo si la usaré. Limpia lo que has manchado puta.
Me apresuré a agacharme y chupar el suelo, de manera que deje expuestas mis nalgas cuando sentí el primer varazo, que me hizo erguirme y dolerme en un grito. Cogió mi tanga me lo metió en la boca,
-          Levantate zorra, y ponte contra la pared, ábrete de piernas y apoya la frente sobre la pared.
Como pude expulsé el tanga y me negué, saque fuerzas y le rogué que me dejara marchar  que ya se había pasado demasiado, lo intente imponiéndose, haciéndolo reflexionar, suplicándole, pero nada le hizo cambiar de idea… Una nueva descarga con la vara, me hizo reaccionar y con toda la ira del mundo y del mundo hizé lo que mandaba.
Por mi mente pasaban mil pensamientos, pero ninguno me ayudaba a librarme de él, en ese momento, pensé que cuando acabara lo denunciaría, incluso que cuando me soltara y muy por la fuerza se lo haría pagar, pero no me resulto ni a primera vista demasiado factible. Al poneme de pié note que algo resbalaba suavemente por mi entrepierna y que debido a las embestidas tal vez se tratara de sangre, pero no podía tocarme, continuaba atada.
Una vez me coloque en mi posición paso mi mano como un viejo verde por mi culo, apretándolo, con fuerza deseoso, y me dio dos buenos azotes por supuesto menos dolorosos que lo varazos anteriores, confió en que era la primera vez que cogía una vara y no controlaba la fuerza de empleo.
Lo siguiente fue otro varazo y una orden directa de contarlo, apenas acerté a decir u-n-o cuando el dos estaba encima tarde en contarlo y lo repitió, volviendo a descargar la vara y diciendo “ dos puta dos” , dos conteste, cada latigazo cortaba mi blanca piel y dejaba un escozor indescriptible, con el tercer varazo, y durante décimas de segundo pude verme desde fuera , apoyada sumisa, azotada, humillada, marcada como una perra, pero rauda contesté tres, y así hasta la media docena  donde no pude continuar mi posición y caí de rodillas…
Afortunadamente paro de azotarme, que pena de haberlo sabido me hubiera dejado caer antes… al girarme pude observar que su polla estaba de nuevo erecta, por lo que , apoyo su antebrazo en mi espalda bajándola hasta dejar tocar la frente al suelo y dejando mi trasero expuesto, metió el dedo encontró mi vagina y de nuevo me follo, aunque todo he de decirlo de forma bastante menos brusca, se corrió en el parquet, giro mi cabeza sujetando mi pelo, y sin más baje a limpiar las pocas gotas que se habían esparcido por el suelo. El me dejo en medio del salón y se fue al servicio, conseguí levantarme pero estaba atada y no quería salir a la calle de esa guisa…  además seguro no podría abrir la puerta. A los pocos segundos llego,                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   se acercó con intención de soltarme pero al llegar a mi altura se paró y me dijo, indicando hacia la puerta del fondo.
-           ves aquella puerta, lavate vístete, y vete de aquí, porque si no te vas a arrepentir. Esto es lo que se siente cuando te atan, y te humillan, y he de reconocer que me ha excitado aunque también sé que no he sido el único por que tus flujos te gotean, perra. Ven que te desato.
Aquellas palabras me humillaron sobremanera, era posible que con el mal rato que había pasado encima me hubiera excitado. Él se encerró en su cuarto, fui al baño, me lavé, no tenía sangre, era posible qué ¿solo fuera flujo? me vestí por supuesto sin ropa interior ya que estaba hecha pedazos pase por su habitación di una patada a la puerta con mucha rabia, y chille “CABRÓN VETE A LA MIERDA”, sin ni tan siquiera probar si la puerta estaba abierta; cogí mis cosas y salí del piso”
Una vez en mi coche arranque a llorar de la impotencia , me sentía violada, por un amigo, las cosas se habían torcido como nunca pude imaginar que se torcieran… mi desconsuelo no tenía calma, hasta que después de mucho rato mi móvil sonó era Rubén, se lo cogí entre sollozos, e intente explicarle lo ocurrido, en pocos minutos y viendo que estaba hecha un manojo de nervios se presentó en el parking, mi coche estaba cerrado al llegar desconfiada lo mire bien y le abrí, me agarre a él y seguí llorando. Cuando me tuvo calmada, me dijo:
-          Espérame un segundo ahora vengo…
-          No, no vallas por favor, no vallas…
-          No te preocupes solo voy a por una botella de agua, dijo mirándome dulcemente, y desapareció
A su vuelta yo estaba acurrucada con los ojos cerrados y por fin en silencio. El no traía la botella de agua, pero si la mano enrojecida a la altura de los nudillos, supuse lo que había ocurrido pero preferí no preguntar.
Me acompaño a casa subió, me espero a que me duchara y acariciándome consiguió que cayera dormida en sus brazos sobre mi cama. No sé cuánto tiempo se quedó solo sé que a la mañana siguiente no estaba en mi casa.
Por la mañana todo parecía una terrible pesadilla, me costaba creer que era cierta e incluso tuve que revisar mis muñecas para ver las marcas que las ataduras dejaron en ellas.
Pensé en denunciar pero, la humillación de explicar el cómo llegue a esa situación lo complicaba, e imaginaba a los policías riéndose de mi… una vez desechada la opción, intente volver a la normalidad. Huí quedar con los amigos durante días, y por lo que sé él tampoco volvió a quedar  desde entonces apenas le he visto un par de veces, y no he tenido valor de enfrentarme a él, ignorando por completo que semanas después recibí un mail, pidiéndome perdón por lo ocurrido.
Deje por una temporada el Bdsm, y el contacto con este mundo, pero después de meses en algún rincón de mí, volvió a existir el ansia de volver, y aunque odiaba la imagen que me hacía ver, que sintiéndome como una perra rastrera me había excitado. .Empecé a ver los videos de sumisas sometidas con otros ojos Tras hablarlo con mi amigo  y tras largo tiempo negando lo evidente asumí, que habiendo acariciado el otro lado quizás aquí comenzara una vida switch, eso sí viendo a  las mujeres  como mis sumisas y a los hombres como Amos, pero ahora solo me fiaba de Ruben, como acepto someterme será tema de otro relato…

Atacada en mi casa


Atacada en mi casa...

Llevaba un día de perros, el trabajo había sido un caos y solo deseaba llegar a casa pegarme una ducha y acostarme, cerrar los ojos e imaginar que aquel día no había sucedido, problemas con los compañeros, problemas con el jefe, problemas con mi hermano… lo dicho un día de perros.
Tarde en aparcar una eternidad, baje del coche, me apresure hasta el portal,  subí las escaleras a oscuras, rebusque en mi bolso las llaves y atine a abrir la puerta. A la vez que traspasaba el umbral de la puerta intente encender la luz, pero no funcionaba, era el colmo ¿podía pasarme algo más? Me dispuse bastante enfadada a cruzar el pasillo y a averiguar que sucedía
De repente alguien me agarro con un brazo mi cuello y con la otra mano mi boca. El terror que sentí esos instantes fue indescriptible, mis piernas tambaleaban como varas verdes , y tan solo un siseo indicaba que debía guardar silencio
El  miedo  no  me  dejo  reaccionar  me  quede  quieta,  casi  paralizada  y  por  un  momento  pensé  que  mi  vida  terminaría  en  ese  momento;  por  un  momento  la  sensación  y  tacto  de  esa mano   en  mi  cara  era  agradable  era  suave,  no    porque  pensaba  eso,  pero  me  ayudo  a  calmar  un  poco  el  miedo.  Aun  estaba  detrás  de  mí,  su  olor  empezó  a  inundar  el  ambiente  era  un  aroma  varonil , suave,  dulce  y  muy  rico,  tomo  mis  manos  por  las  muñecas  yo  empezaba  a  temblar  nuevamente  del  miedo  que  me  producía  el  sentirme  indefensa,  se  acerco  a  mi  hombro  y  susurro  en  mi  oído  con  una  voz  entre  dulce  y  a  la  vez  cruel  que  al  escucharla  me producía  más  escalofríos    y  mi  cuerpo  se  erizaba  no  sabía  si  de  miedo  o  de  excitación  pues  su aroma y su voz me agradaban.
-       -    No  digas  nada, y no te muevas si yo no te lo pido, si  lo  haces  no  tendré  compasión  por  ti…….

El  miedo  aun  me  tenia  presa  y  ante  tal  amenaza  no  diría  nada,  empezaba  a  temblar  y  nuevamente  escuche  aquella  dulce  y  cruel  decime:
-          Me  encanta  tu  piel  erizada  y  como  tiemblas  de  miedo……
-          Te  diré  las  reglas  del  juego  si  quieres  sobre  vivir  las  has  de  seguir al  pie  de  la  letra.
-          Solo  las  diré  una  vez  así  que  pon  atención,  se  que  eres  muy  inteligente  y  lo  harás             

Esas  palabras  me  dejaron  mas  perpleja  aun,  hablaba como si me conociera, mientras  escuchaba  sentía  su  nariz  rozar  suavemente  mi  oreja  por  espacios,  sentía  su  respiración  era  profunda,  solo  pensaba  en  identificar  aquella  voz  y  esa  aroma  que  comenzaban  a  grabarse  en  mi  mente  como  insignia  de  que  mi  vida  cambiaria  de  ahora en  adelante;  mientras  tanto  prosiguió  con  sus  instrucciones.
-          La  primer  palabra  que  logres  pronunciar  la  llamaremos  tu  palabra  de  seguridad.
-          Así  que  piensa  bien  que  dirás,  esa  palabra  será  la  diferencia  entre  placer  y  dolor.
-          Desde  esta  noche  serás  de  mi  propiedad  obedecerás  todas  mis  ordenes.  Y  tu  vida  estará  a  salvo  desde  ahora  eres  mía.

El  miedo  y  mi  sentido  de  supervivencia  actuaron  y  grite
-          No  me  hagas  daño!
Tapo  rápidamente  mi  boca,  tornándose  su  voz  severa  y  cruel:
-          ¿A  caso  no  escuchaste  mi  orden?
-          Tendré  que  castigarte  por  desobedecerme,  yo  no  lo  quería
-          Hoy te voy a enseñar a obedecer

Me agarró el brazo con mucha dureza, mi cabeza daba vueltas y casi no pude resistirme, me dirigió a mi habitación, conocía muy bien mi casa, ya que su dirección fue perfecta, pero yo en cambio por la falta de luz y su insistencia me di varios golpes en mis piernas.
Al llegar a la habitación  me arrojó al suelo,  me dio una sonora bofetada y me giro para atarme las manos a la espalda, rompió mi camisa y descubrió  tras el sujetador mis pechos erguidos. Note que  mirarme en esa posición le excitaba sobremanera. Desató mi pantalón y me deshizo de mis bragas, las olió y me las metió en la boca.
Volvió a girarme y me colocó boca abajo sobre sus piernas dobladas y me nalgueó muy fuerte, de seguro sus grandes manos quedaron marcadas a fuego en mi blanca piel. No pude reprimir mi dolor y gemí por ello.
-          Creo que no lo has entendido no quiero oírte hablar ni emitir sonido alguno, mis castigos pueden ser más severos he venido con la intención de enseñarte a sentir placer, y de hacerte pasar una noche inolvidable, pero de ti depende que sea más severo o  más benevolente, que sea un placer o un infierno. Si no te portas bien te dolerá y mucho.
-          Recuerda no debes hablar y si algo te pregunto bastara que indiques si o no con la cabeza
-          ¿esta claro, zorra?

Solo pude asentir recordando sus claras instrucciones. Cuando paro de azotarme, separao mis piernas y por detrás consiguió acceder a mi sexo.
-          Muy bien zorrita , ummm me gusta esta húmedo  y no parece muy abierto aunque habrá que raparlo antes de que puedas sentir mi verga en tus entrañas.

Tras trastear con sus dedos en mi interior, retrocedió buscando otro agujero, pero al intentar invadirlo mis músculos se contrajeron de forma involuntaria y su otra mano que se encontraba acariciando mis nalgas, me golpeo sin piedad 3 veces en mi trasero. Seguidamente volvió a intentar introducirme un dedo en mi ano esta vez con más brusquedad,  aunque esta vez no impedí  que entrar , digamos que el agujero era demasiado pequeño y no entraba con la facilidad que él habría programado.
-          ¿Aun eres virgen analmente?

Tan solo con la cabeza asentí repetidamente. Con la consecuente risa y burla por su parte
-      No me lo puedo creer, voy a ser yo quien te desvirgue, no te asustes quizás te moleste al principio pero te gustará. Recuerda no moverte, y estate tranquila , cuanto más relajada te encuentres menos será el dolor que sientas- Bien,  empecemos

Colocó una pinza que apretaba fuerte mi clítoris, me dolía pero era un dolor soportable, me aseguró que ese dolor me evitaría centrarme en lo que iba a hacer en mi culo. Sus palabras me ruborizaban y el silencio en mi interior se marcaba en mi mente como un tatuaje.
-          ¿estas incomoda atada?
-          ¿Si? Te desataré pero has de prometerme obedecer y colaborar-

Prefería asentir e intentar colaborar, que estar indefensa ante sus perversas acciones.
-          Ponte a cuatro patas, voy a trabajarte antes de … ya sabes follarte todo el culo.
Me sentía muy avergonzada por la situación, la posición, la humillación…y comencé a llorar en silencio.
Él se puso un guante de látex,  con bastante delicadeza me untó con lubricante y comenzó a meterme un dedo, despacio y poco trozo, lo metía lo sacaba y lo movía en círculos apretando mi esfínter y agrandando mis paredes, yo cerraba los ojos y me concentraba en relajarme.
-          Ves como no te duele demasiado, solo debes portarte bien y yo haré lo mismo.
-          Ahora voy a meter dos dedos.

Negué con la cabeza no quería seguir, solo quería despertarme y que aquello solo fuera un sueño.  Él desoyó mis suplicas y continuó metiendo dos dedos en mi interior, tras unos pocos movimientos saco los dedos de mi, y me los acercó a mi cara.
-          ¿Qué es esto?
-          Es tuyo chúpalo, te niegas, estas segura de que no lo chupas.
-          Bien entonces tendré que ponerte un enema para que no vuelva a ocurrir, me da igual que no quieras, haberlo pensado antes.

Tras mucho rato a mi lado se levanto y fue a la cocina no sin antes indicarme que no me moviera hasta que no volviese. Tardo poco y regresó con una botella de agua, una goma y un cubo y un embudo,  la imagen de lo que se suponía me iba ha hacer me atormentaba, y me revolvía el estómago.
-          Voy a meterte esta agua poco a poco, te sentirás llena, tienes mi permiso para que en ese momento te levantes al  baño y puedas evacuar.

Metió  la goma en mi culo  poniendo el cubo bajo mis piernas  y dejo caer agua por la goma, el agua estaba templada y aunque  me resultaba incomodo, no fue doloroso, tal y como dijo comencé a sentirme llena, le mire me retiro la goma y me levanté al servicio. Para mi desgracia él fue detrás de mi y se puso justo delante, impidiéndome estar tranquila.
-          Límpiate y levanta  o lo hago yo.

Me apresure a terminar y me levanté de mala gana, y pase frente  a él, y recibí una bofetada seca en mi cara, como castigo a mi desaire.
Me condujó de nuevo a la habitación, y me ordeno que me pusiera a cuatro patas, su actitud había cambiado.
-          Si no quieres que te trate bien lo haremos de otro modo.

Volvió a colocarse un guate repitió la lubricación de mi culo e introdujo esta vez tres dedos de golpe.
-          Estas lista.

Bajó su pantalón y acerco su dura verga a mi, en ese momento no puedo negar que me encontraba  excitada. Para mi asombro su verga no se introdujo en mi ano, sino en mi coñito mojado, embistiendo con celeridad.
-          Si hubiera sabido que estabas tan prieta, hubiera hecho esto hace mucho tiempo.

Tras conseguir que tuviera un orgasmo retiró su polla y esta vez si la metió despacio en mi culo, no pude reprimir un nuevo grito, pero no tuvo consecuencias solo dijo.
-          Chilla lo que quieras mientras sea por una  mezcla de dolor y placer.

Esto fue un alivio para mi, escupí las bragas que tenía aun en la boca, y comencé a sentir, tal y como había dicho una mezcla de placer y dolor que me tenía extasiada, poco antes de correrse saco su verga y me la metió en la boca follándome con fuerza hasta que se vino en una explosión, que inundó mi boca de su leche, ya no me sentía forzada más bien estaba disfrutando como una perra, y él lo noto.
Cuando termine de chuparle se levantó se vistió y se fue no sin antes decirme
-          Estoy satisfecho contigo, zorra.
-          No lo olvides,  eres mía y haré esto o lo que quiera cuando y como quiera, ahora duerme

miércoles, 13 de julio de 2011

Me dan una mujer




Me hallaba en mi celda. Estaba sentado sobre un pesado banco de un metro y medio ante una mesa rectangular. Estos muebles los habían traído a mi celda en recompensa a mi comportamiento. Vestía una ligera túnica de esclavo confeccionada en rep, y sobre la paja que me servía de lecho había una manta. La puerta de la celda estaba cenada pero ya no me teman encadenado, Sobre la mesa había un bol con vino de baja calidad, algunos mendrugos de pan y una cazoleta de madera con verduras y trozos de carne.
Comí un pedazo de carne y bebí un poco de vino del descasca­rillado bol de arcilla. Mis pensamientos estaban en un completo desorden. Hoy me habían elogiado y confiaba en no permanecer mucho más tiempo en las celdas. Pero no tenía idea del lugar en que estaban las celdas, ni en qué ciudad me encontraba. No lo podía preguntar, puesto que ya me habían advertido que la curiosidad en un esclavo no era una virtud.
Me levanté del banco y anduve de un lado a otro de la celda. Agradecí la manta que me habían dado al pasar una de mis manos por las húmedas paredes del recinto. Me acerqué a las rejas que formaban una de las paredes y me así a ellas. No existía posibilidad de evasión. Regresé a la mesa. Era prisionero y esclavo, incluso había un collar metálico alrededor de mi cuello, pero a pesar de todo ello, no me sentía excesivamente desdichado. Admití que deseaba ver aquel mundo al que me habían traído. Estaba seguro de que si obedecía y complacía a mis amos, o amas, mi vida no correría peligro.
¿Por qué no me sentía más desdichado que cuando llegué a Gor? Porque debido a la dieta y al ejercicio a que me habían sometido, disfrutaba de mejor salud y me sentía mucho más fuerte. Además, anhelaba en mi interior iniciar mis andanzas en este nuevo mundo, aunque ello sólo fuera en mi condición de esclavo.
De nuevo me levanté del banco y así una de sus patas levantán­dolo lentamente por encima de mi cabeza. Esto jamás hubiera podido hacerlo en la Tierra, y por supuesto, no era un hecho debido a la reducida gravedad del planeta, sino a una nueva fuerza recientemente adquirida.
Cogí otro pedazo de carne de la cazuela y miré a la paja y a la manta, pero no sentía deseos de acostarme. Fue precisamente entonces, cuando oí su llanto mientras la arrastraban por el corredor. Abandoné mi asiento de un salto. Vi a Pródicus al otro lado de la reja. Sabía que si lo deseaba podía romperme los brazos y las piernas sin el mayor esfuerzo.
Colócate al fondo de la celda —ordenó.
Obedecí.
A su izquierda, cruelmente curvada, sujetaba a una chica por el pelo. Sus pequeñas manos estaban unidas a la espalda por pequeñas esposas y una llave, sujeta por un alambre, colgaba de su collar. Supuse que era la llave para abrir las esposas. También de su cuello colgaba un látigo de los empleados por los esclavos.
Pródicus sacó de un llavero la llave de mi celda y abrió la puerta. Entró en la celda arrastrando a la chica, tirándola con gran crueldad ante mí.
Es tuya esta noche. No la mates ni rompas sus huesos.
Comprendo.
Sin añadir una palabra más, y sin volverme la espalda, retrocedió hasta salir de la celda, cerró la reja y tras colocar la llave en el llavero se alejó por el corredor hasta desaparecer.
Lola, aún con el látigo alrededor del cuello, me miraba con ojos llenos de terror.
Amo, por favor, no me hagas daño —suplicó.
Me sobresaltó oír que me llamaba Amo, pero luego recordé que me la habían dado para que fuera mía aquella noche.
Levántate, Lola.
Tambaleándose consiguió ponerse en pie, aunque el temor la mantenía encorvada, y retrocedió hasta llegar a la reja que nos confinaba a aquella celda similar, por supuesto, a las muchas otras que existían en las profundidades de la Casa de Andrónicus.
Me acerqué a ella lentamente.
Ahora se mantenía erguida contra las barras de la reja con la cabeza vuelta hacia un lado. Comprendí que temía el mirarme cara a cara.
Lamento haber sido tan mala contigo, Amo —musitó.
— ¿Por qué derramaste el vino y luego dijiste que había sido yo? —pregunté.
Fue una broma.
No mientas —grité.
Te odiaba.
— ¿Y, ahora, continúas odiándome?
 ¡Oh, no, Amo! —se apresuró a decir—. Ahora, te amo y quiero complacerte. Por favor, sé bueno conmigo —suplicó.
Sonreí. Supuse que Lola nunca se había imaginado, cuando me trataba con tanta crueldad o cuando derramó el vino y me condenó a veinte azotes con el látigo de serpiente, que un día estaría ante mí esposada pendiente de mi clemencia.
Deja que te descargue del peso del látigo que rodea tu cuello —dije extendiendo la mano.
Levantó la cabeza presionándola, así como todo su cuerpo, contra las barras de la reja.
— ¿Vas a usarlo? —preguntó.
No te he oído decir Amo.
Amo —se apresuró a añadir.
Descolgué el látigo y regresé a la mesa, colocándolo sobre el banco en el que después me senté. Miré a la joven presionada contra las barras.
Ven y arrodíllate, esclava —ordené.
Vino rauda y se arrodilló ante mí, junto a la mesa.
— ¿Vas a azotarme, Amo? —preguntó.
Silencio.
Sí, Amo.
Mis emociones eran contradictorias. Por un lado tenía a Lola ante mí, con la que se me había autorizado hacer cuanto quisiera, mientras que por el otro podía vengar todas las humillaciones y dolores pasados sobre su bello cuerpo.
Miré a aquella hermosa mujer, desnuda y esposada, arrodillada ante mí. Eso era lo verdaderamente importante: que estuviera sumisa a mis pies y obligada a obedecerme de forma irremisible ante mi autoridad y poder.
Amo —susurró.
— ¿Qué quieres?
No he comido desde esta mañana. ¿Puedo comer algo?
Cogí un pedazo de carne y se lo ofrecí.
Gracias, Amo —dijo cogiendo el pedazo de carne con los dientes.
Durante un rato estuve alimentando a Lola. Dependería de mí para cualquier tipo de comida o bebida, durante las horas que pasara a mi lado y casi me resultaba imposible comprender la sensación que aquel acto desataba en mi interior. Es casi incon­cebible analizar y llegar a entender la emoción que el hecho de, materialmente, dar de comer a una mujer pueda crear en un hombre.
Dejé la cazoleta en el suelo y ella, agachando la cabeza, continuó comiendo. Estaba en mi poder. Durante unas horas seria mía. Luchaba entre el placer del poder y el placer de la venganza. Entre la autoridad y la pasión. Pero, por un breve instante, antes de ser capaz de controlar mis sentimientos, sentí lo que realmente signi­ficaba la naturaleza del hombre. Había saboreado durante un breve momento el gusto de la dominación.
La joven se enderezó. La cazoleta estaba vacía. La recogí del suelo y la llevé a uno de los rincones de la estancia donde la coloqué en un estante.
Gracias por darme de comer, Amo.
Cogí alguno de los rizos que caían sobre sus hombros y con ellos limpié su boca. Me sorprendió que Lola sujetara mi mano con los dientes y luego la lamiera y besara.
— ¿Vas a azotarme, Amo? —preguntó.
— ¡Silencio!
Sí, Amo.
Allí hay un cubo lleno de agua —dije señalando un rincón de la habitación—. Ve y bebe. Luego regresa y arrodíllate ante mí.
Sí, Amo.
Cruzó la celda y arrodillándose ante el cubo, bebió. Entretanto coloqué el vino que no había bebido en el estante. La joven no prestaba atención a estos movimientos puesto que no esperaba que le ofreciera parte de mi vino. Era esclava y ya era suficiente que le hubiese dado de comer y beber. Es más, no la había obligado a arrastrarse sobre el estómago. Yo, por mi parte, quena la mesa despejada. Me senté en el banco. Al cabo de unos momentos se arrodilló ante mí.
Me levanté y caminé lentamente en derredor suyo. Supongo que no debía haberlo hecho, pero era tan increíblemente bella. Estaba tensa, la espalda descansando sobre los talones y las rodillas muy separadas. ¡Tenía que ser algo maravilloso poseer realmente una esclava como aquélla! Había algo en su forma de respirar que no llegaba a comprender. También su cuerpo exhalaba un excitante aroma, que como terrestre no conseguía descifrar. Ahora compren­do que ella estaba intentando controlarse, pero su cuerpo la traicionaba. Tenía a mis pies, sin saberlo, una esclava sedienta de amor.
Posé mis manos sobre sus brazos, sin comprender el temblor que sacudía su cuerpo, y la levanté del suelo.
Amo —susurro como en un ruego.
Tenía que liberar sus manos de las esposas, cuando éstas habían sido la causa de muchos de mis dolores. Así uno de sus brazos y un tobillo y la elevé en el aire. Quedé gratamente sorprendido ante la facilidad con que había realizado la acción, y más aún al observar la expresión de incredulidad en su rostro.
Amo, por favor —gimió.
Con brutalidad la lancé sobre la mesa. Allí estaba tensa e inmóvil sobre el estómago. Eché su cabellera hacia delante e hice girar el collar hasta que apareció la pequeña llave colgando del alambre. Desaté el alambre y lo coloqué, con la llave, junto a la cabeza de la joven. Giré de nuevo el collar alrededor de su cuello, hasta que el pequeño cierre volviera a descansar sobre su nuca y mientras lo hacía, observaba el vello que ribeteaba el crecimiento de su cabello. Abrí las esposas y las coloqué, con el alambre y la llave, sobre el banco.
Ahora tengo las manos libres y podré complacer tus deseos mejor —musitó la joven.
Había colocado sus manos sobre la mesa con las palmas hacia arriba. Las palmas de la mano de una joven son extremadamente sensibles y eróticas.
— ¿Estás intentando llegar a un acuerdo conmigo?
— ¡No, Amo, no! ¡Perdóname, Amo! ¡Por favor, Amo perdóna­me! —gritó desesperada.
— ¡Silencio! —ordené.
Sí, Amo.
Levanté uno de los lados de la mesa y la lancé al suelo. La mesa estaba caída de lado, en medio de la celda, y ahora Lola estaba de rodillas sobre las piedras del suelo con el cabello cubriendo su rostro. Sentí el roce de sus labios besándome mis pies. Jamás soñé tener una mujer, tan bella en mi poder, tratando de aplacar mi ira.
Lola te ruega que la dejes complacerte, Amo —gemía.
Eché la cabeza hacia atrás y solté una carcajada. El cuerpo de Lola temblaba. Estoy seguro que había oído en alguna otra ocasión aquella risa. La emoción que me invadía era incomprensible y, a la vez, maravillosa. La tenía a mis pies y reconocía más allá de toda discusión que en aquellos instantes ocupaba mi puesto de hombre ante la naturaleza. Riendo, me incliné sobre ella y agarrándole el cabello levanté su cabeza. Tenía los ojos cerrados, pero la expresión de éxtasis de su rostro me sobrecogió.
— ¡Sí, Amo! —musitó.
Estuve a punto de tirarla sobre la paja y usarla como esclava cuando recordé que era un hombre de la Tierra. Solté su cabellera y la aparté. Apreté los puños y grité debido a la frustración. Ahí la tenía, sobre el suelo, ante mí. Me miraba alarmada.
— ¿Amo? —exclamó, como preguntándose qué había ocurrido.
Clavé las uñas en las palmas de mis manos y mis dientes rechinaron.
Sin que diera mi permiso se acercó y extendió una de las manos como si quisiera tocarme.
— ¡No te atrevas a tocarme! —espeté.
Apartó la mano con rapidez.
Me alejé de ella.
— ¿Qué he hecho para no complacerte? —preguntó en son de ruego.
— ¡Silencio!
Sí, Amo —susurró.
Me alejé al otro extremo de la celda y extendiendo los brazos hasta apoyar las manos contra el muro bajé la cabeza en mi lucha para dominar mis deseos.
Golpeé el muro con los puños. Tenía que conquistar mis impulsos. Tenía que convertirme en mi propia víctima.
— ¿Puedo ofrecerte vino, Amo? —preguntó Lola.
Me aparté del muro, pues ya había conseguido controlar mis deseos. Hice una profunda inspiración.
Sin esperar a que le diera mi permiso Lola fue al estante donde había dejado el bol de arcilla con el vino barato de los esclavos. Se acercó y arrodillándose ante mí con graciosos movimientos miró el borde del envase, lo presionó sobre su vientre y luego, levantándolo lentamente hasta sus labios, lo besó. A continuación, extendiendo los dos brazos y con la cabeza inclinada hacia el suelo me ofreció el bol.
— ¿Deseas vino, Amo? —preguntó.
Cogí el cuenco que me ofrecía con las dos manos y bebí, pero no terminé el contenido. Lola me miraba.
El vino y Lola son tuyos, Amo.
Sabía que había dicho la verdad. Levanté el cuenco de nuevo y bebí otro sorbo girando para dejar el resto sobre la mesa a mis espaldas.
Había bebido como lo hacen los Amos ante sus esclavas.
Has probado el vino de la Casa de Andrónicus, ahora prueba el vino de Lola.
Fue en aquel preciso instante que comprendí, por vez primera, que la esclava se hallaba estimulada sexualmente. Hasta aquel momento no había llegado a discernir los signos de sus súplicas pero, ahora, todas aquellas manifestaciones, incluso el aroma que de su cuerpo emanaba, me eran obvias.
— ¿Le ha gustado a mi Amo el vino? —preguntó.
Aún no lo he terminado —respondí.
Bajé la cabeza. Sabía que esperaba que la tomara entre mis brazos y la llevara a la paja. La deseaba desesperadamente y no obstante, reconocía que no tenía derecho a tomarla, puesto que era un terrestre y no podía olvidar que era una joven indefensa a quien nadie correría a defender.
Levanté la mirada.
Hazme tuya —musitó.
Comprendí que en mi interior existía otra razón para no hacerla mía y era mi temor a no defraudarla. Cuando una mujer se ofrece como ella es un reconocimiento a su superioridad, a su hombría. Pero el que teme no puede satisfacer a una mujer. Ante tal situación el hombre siempre puede recurrir a burlarse, a humillarla, a ponerla en ridículo por sus incontrolados deseos. Tales actos sólo nos llevan a la frustración de nuestros propios deseos. Aquel que teme su capacidad de satisfacer a la mujer, que pone en entredicho su poder, su fuerza, su voluntad, es incapaz de hacer plenamente feliz a una mujer, y menos a una esclava.
Estoy a los pies de mi Amo y espero que me haga suya.
Grité debido a mi frustración. Lola me miraba sorprendida, incapaz de comprender el caos que reinaba en mi interior. De pronto, sin poder controlar mi rabia, la golpeé con el dorso de mi mano izquierda para apartarla de mi camino. Cayó de espaldas. Me horrorizó ver que la había golpeado. Había ocurrido tan rápido, que aún no comprendía con claridad lo ocurrido, pues en realidad mi ira no había sido dirigida hacia ella sino hacia mi persona. Lola era la víctima inocente, aunque también era obvio que era la causa de mi dilema y de mi desdicha. Lo que había hecho era una estupidez. La miré. Había sangre en sus hermosos labios. Esperaba una expresión de horror o de reproche, pero en vez de ello bajó la cabeza y se arrastró hacia mis pies y sentí cómo aquellos bellos y heridos labios los besaban.
Gracias, Amo. Lamento no haber conseguido complacerte —dijo con una voz que expresaba admiración y placer.
Comprendí que el golpe había sido interpretado como una muestra de mi soberanía sobre ella.
Volví a sentir sus ardientes labios sobre mis pies. —Ya es suficiente.
Sí, Amo —dijo colocando su mejilla sobre mi pie derecho. También sentía el roce de su cabello sobre mis pies.
Bajé la mirada hasta Lola. También ella me miró y antes de dejarse rodar hasta la paja, volvió a besar mis pies. Ya en la paja sonrió mostrando su felicidad.
No tendrás que golpearme de nuevo, Amo. Seré dócil, obe­diente y cariñosa. Tómame, Amo. Sométeme a tu placer.
— ¿Es un ruego? —pregunté sin realmente saber la razón de aquella demanda.
Sí, Amo, es una súplica. — ¿Por qué te trajeron a esta celda? —Querían castigarme —respondió con una sonrisa. Me sentí culpable. Había pegado a aquella pobre criatura que ni tan siquiera comprendía que era un ser humano.
Lamento haberte pegado. Reconozco que fui muy cruel ha­ciendo tal estupidez.
Ahora me miraba asustada. No era capaz de comprender lo que yo decía. Temblando se arrodilló y bajó la cabeza hasta tocar la paja. Parecía querer empequeñecerse, reducirse a la nada.
No seas cruel, por favor. Si te he disgustado azótame. No comprendo lo que dices ni lo que quieres de mí. No soy más que una esclava, pero no me tortures de este modo. Átame y azótame. Acaso así aprenda a complacerte.
Ahora soy yo el que no comprende. —No me tortures —gimió.
No trato de ser cruel y torturarte. Todo lo contrario, trato de ser cariñoso contigo.
Átame y azótame —dijo, temblando debido al miedo.
Corrí a la mesa y tomé el cuenco con el vino que yo no había bebido, ofreciéndoselo a ella.
Tú me serviste el vino y ahora soy yo quien te lo ofrece —dije.
Sí, Amo —dijo, aunque continuaba temblando.
Podía comprender la vergüenza y la ira de un hombre, pero mis actos le hacían suponer que estaba en presencia de un loco.
Llevé el cuenco a sus labios y ella, obediente, apuró su contenido. Volví a colocar el cuenco sobre la mesa. Regresé junto a la joven y me acurruqué a su lado.
Perdóname, por favor.
Continuaba temblando.
— ¡Perdóname! —grité airado.
Te perdono, Amo —dijo con premura.
No era una orden. Lo que quisiera es que me perdonases voluntariamente.
Sí, Amo. Te perdono porque ésa es mi voluntad —susurró.
Gracias.
No me hagas daño —susurró sin mirarme.
Mírame, Lola.
No me tortures, Amo.
Levantó la cabeza y fijó sus ojos en los míos. Su mirada me sobresaltó. Estaba realmente asustada.
Mis ojos se posaron en el collar metálico. Mi mirada debió sufrir un cambio porque la chica volvió a temblar. Conseguí controlarme.
No es necesario que me llames Amo —dije con dulzura.
Sí, Amo.
No me llames, Amo —insistí.
Soy una esclava, Amo —gimió.
Llámame Jason.
Apartó la mirada aterrada.
Jason, no me mates, Amo.
No comprendo. ¿Por qué me dices eso?
Has despreciado mi belleza, te has negado a hacerme tuya y me has obligado a faltarte al respeto. Ahora puedes castigarme por no ser suficientemente bella, por no haber yacido en tus brazos y por haberte faltado al respeto. ¿Vas a arrojarme a tus pies y golpearme sin compasión?
— ¡Claro que no!
Se apartó ligeramente de mí.
A la Casa de Andrónicus no les gustará si me matas. Soy propiedad de ellos.
No tengo intención de matarte.
— ¿Puedes decirme qué castigo o crueldad me espera?
No preparo ningún castigo ni crueldad para ti.
Sé que no eres de Gor. ¿Son todos los hombres de tu mundo como tú?
Supongo que la mayoría.
— ¿Quieres que crea que no preparas una venganza contra mí?
No temas. No te haré daño. Conmigo estás completamente a salvo.
— ¿Por qué no acabas de hacer lo que quieras conmigo? ¿Fui tan cruel contigo como para merecer todas estas torturas?
No sabía cómo tranquilizarla.
No voy a hacerte daño alguno —aseguré.
Sollozando se arrastró hasta el banco donde había dejado el látigo y cogiéndolo entre sus dientes regresó junto a mí, todavía arrastrándose. Cuando cogí el arma de entre sus pequeños y blancos dientes, suplicó:
— ¡Azótame!
Tiré el látigo lejos.
— ¡No!
Temblando se postró a mis pies. Me di cuenta que temía lo que pudiera hacer con ella. Sin decir una sola palabra me dirigí a la manta que había sobre la paja, la extendí y señalando el lugar ordené con amabilidad:
Acuéstate.
Se arrastró hasta echarse sobre la manta. Su cuerpo era muy hermoso resaltando sobre la oscura manta. Rozó el collar con la punta de los dedos. Me miró.
— ¿Vas a empezar ahora? Me agaché junto a ella y cogiendo la parte de la manta que quedaba vacía tapé su pequeño y tembloroso cuerpo. —Es tarde y tienes que estar cansada. Duérmete. — ¿No vas a hacerme tuya? — ¡Claro que no! Descansa, pequeña y linda Lola. — ¿No vas a compartir la manta conmigo? —No.
— ¿No vas a tratarme como a una esclava? — ¡No! ¡Por supuesto que no! Soy un hombre de la Tierra. Me apoyé en el muro. Lola estaba muy quieta. Ninguno de los dos habló durante largo rato. Luego, después de haber pasado un ahn, la oí gemir y moverse bajo la manta. — ¡Amo! ¡Amo! Corrí a su lado.
A la escasa luz que iluminaba la celda pude ver cómo bajaba la manta hasta sus muslos y, medio sentada y medio yaciendo, me miró. Intentó rodear mi cuello con sus pequeños brazos, pero conseguí asir sus muñecas y apartar sus brazos de mí.
— ¡Amo, por favor! —suplicó curvando su pequeño y hermoso cuerpo.
— ¿Qué ocurre? —pregunté.
Tómame, Amo, por favor. Tómame como a una esclava. Miré su cuerpo y el collar alrededor de su garganta. —No.
Cesó en su lucha por abrazarme y yo solté sus muñecas. Me puse en pie, pero continué mirándola. Se arrodilló, temblando, sobre la manta.
No te comprendo. Te he tratado con amabilidad y cortesía, e insistes en comportarte como una esclava. —Soy una esclava, Amo.
No sé qué hacer contigo. ¿Quieres que te ate y te eche a los urts, para que te coman?
Por favor, Amo, no hagas eso.
Era una broma —me apresuré a decir temiendo que tomase mis palabras al pie de la letra.
Pensé que quizá lo fuera —dijo muy quedamente.
Hablando de bromas. ¿Qué te parece la forma en que nos hemos burlado de nuestros carceleros?
— ¿Cuándo nos hemos burlado de ellos?
Te trajeron aquí para que yo te castigara y en vez de ello, te he tratado muy amablemente y con mucha cortesía.
Sí, Amo. Ha sido una broma muy divertida.
Inesperadamente, se colocó sobre el estómago, golpeó la manta con sus pequeños puños y empezó a sollozar histéricamente.
— ¿Pero qué te ocurre ahora?
Saltó de la manta y entre ahogos y sollozos corrió hasta la reja, presionando su hermoso cuerpo contra las barras, y extendió los brazos hacia el silencioso y vacío pasillo.
— ¡Amos! ¡Amos! —Gemía entre sollozos—. ¡Sacadme de aquí! ¡Sacadme de aquí! —Cayó de rodillas y asiendo las barras con sus pequeñas manos, continuó gimiendo.
No te comprendo. No te he castigado. ¿De qué te quejas?
— ¿Sabes cuál era mi castigo? —preguntó gimoteando.
No.
El castigo era el encerrarme contigo —dijo continuando con su llanto.
Permanecí junto al muro mientras ella lloraba agarrada a las barras de la verja. Pasado un largo rato quedó dormida en aquella posición.
Yo no pude dormir aquella noche.

libro 14 -El esclavo luchador de Gor-